#Imoto Tehiko
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De como un hombre gentil desposó a la bella dama Yakami gracias a una liebre blanca
Hace mucho tiempo, vivió en la antigua provincia de Inaba (hoy correspondiente a la parte oriental de la prefectura de Tottori), una hermosa dama de nombre Yakami. Era conocida en todo el país por su belleza y gentileza, y esperaba casarse con un hombre parecido a ella, de buen carácter y noble corazón.
Como era de esperarse, tenía pretendientes por todas las provincias, que viajaban todos los días rumbo a su casa para pedir su mano en matrimonio; pero ella los rechazaba por no tener pruebas fehacientes de su bondad.
Entre sus muchos pretendientes se encontraban ochenta y un príncipes, todos ellos hermanos. Este gran grupo de príncipes también eran muy populares, pero por un motivo contrario: eran conflictivos y constantemente peleaban entre ellos y con otros hombres. Solamente el último de los hermanos, el más joven, era amable y siempre trataba de evitar que sus hermanos pelearan. Por ello, era odiado, y por su juventud, era maltratado y abusado.
Tras largas discuciones, los ochenta hermanos decidieron viajar a Inaba para solicitar (más bien reclamar) la mano de la princesa. El hermano menor, cansado de las vejaciones y maltratos, deseaba quedarse en su hogar y aprovechar la ausencia de sus hermanos, pero estos lo obligaron a viajar con ellos como su sirviente, y cargar su pesado equipaje. Además, deseaban molestarlo, pues sabían que él también amaba a la dama Yakami, y querían verlo deprimido cuando uno de ellos obtuviera su mano en matrimonio (todos se creían merecedores de su mano, pero sólo uno podría obtenerla).
Durante el largo viaje, las burlas y maltratos hacia el hermano menor no pararon. El equipaje era tan pesado que en muchas ocasiones se quedó atrás y sus hermanos ya habían decidido abandonarlo en cuanto tomaran un barco en el cabo Keta, en Ishikawa.
Justo en ese sitio, los príncipes estaban por abordar un navío cuando escucharon unos lamentos cerca de la costa. Curiosos, se acercaron y buscaron la fuente de aquellos gritos lastimeros, incluyendo el hermano menor, quien encontró un poco de distracción en aquel llanto. Pronto localizaron a una liebre sin pelaje. Los hermanos le preguntaron al animal el motivo de su falta de pelaje; entre lágrimas, la liebre contó su historia:
"Estaba yo en la isla Oki y quería viajar hasta acá, pero el mar es muy ancho y no podría nadar, sería demasiado cansado. Así que se me ocurrió, tramposamente, pedir a los cocodrilos que se formaran para caminar sobre ellos y cruzar. Por supuesto que no les dije mi objetivo; les dije que quería contarlos para ver cuantos de ellos había en el mar. Corrí a toda prisa y, cuando llegué al último cocodrilo, me burlé de ellos por su ingenuidad. En represalia, ese último se comió mi pelaje y me ha dejado con la piel herida. ¡Ayúdenme por favor!"
Los ochenta hermanos se burlaron de ella y le aconsejaron bañarse en el mar salado, y después subir a una colina para que el aire le hiciera crecer el pelaje. Satisfecha, la liebre corrió hacia el mar, y luego hacia la colina.
El joven hermano admiraba la velocidad de la liebre cuando sus hermanos ya lo habían abandonado. Sin poder alcanzar el veloz navío, se quedó en la costa a meditar sobre su desgracia y retomar la fuerza para volver a casa. A pesar de que sus malvados hermanos ya no estaban para atormentarlo, se lamentaba por haber perdido la oportunidad de, al menos, contemplar la belleza de la dama Yakami. Cuando estaba a punto de ponerse de pie para volver, de nueva cuenta se escuchó la voz de la liebre:
"Oye, tú. ¡Tus hermanos son unos malvados, me engañaron! En cuanto el agua salada y el aire de la colina tocaron mi piel, sentí un dolor espantoso y mis heridas ardieron aún más. Ellos no me ofrecieron ningún remedio, solamente se burlaron de mí, y veo que de ti también."
El joven dejó de sentir pena por él mismo y se compadeció de la liebre, que parecía ser más desgraciada que él. Así que se dirigió a ella con palabras amables:
"Querida liebre, lamento lo que mis hermanos te hicieron, ellos son así, desgraciadamente no pude advertirte. Piensa que con esto has pagado por el acto tramposo que hiciste con esos cocodrilos. Lo que yo te recomiendo es bañarte en agua dulce y revuélcate sobre el polen de las flores, esto sí que sanará tus heridas".
La liebre agradeció y de nueva cuenta saltó a toda velocidad rumbo a un arroyo rodeado de flores. Al instante, sus heridas sanaron y su pelaje comenzó a crecer.
La liebre buscó al joven hermano, que se disponía a caminar de vuelta a su casa. Agradecida por el buen consejo, el animal, ahora resplandeciente gracias a su creciente pelaje blanco, insitió al muchacho para que no abandonara el camino rumbo a Inaba, pues ella lo ayudaría a conseguir la mano de la dama Yakami. Dudoso, el joven confesó a la liebre:
"Amiga mía, mis ochenta hermanos están decididos a casarse con ella, no tengo oportunidad. Además, ella pide una prueba fehaciente de la bondad de uno, y yo sólo soy un hombre, ¿qué cosas buenas podría yo haber hecho para merecer su amor?". La libre sonrió y exclamó:
¡Yo, yo soy esa prueba! Gracias a ti, recuperé mi blanco pelaje. Y también puedo comprobar que tus hermanos son ruines, y si la dama se casa con uno de ellos, solamente sufrirá maltratos. Te acompañaré a Inaba, y verás que la dama Yakami te desposará".
Entusiasmado por las palabras de la liebre, el príncipe volvió al camino y se apresuró a tomar un barco. En poco tiempo, alcanzó a sus hermanos, que aún se burlaban de él y de la liebre. Cuando estaban los ochenta y uno frente al palacio de Yakami, ésta se asomó por las puertas shōji para verlos; casi inmediatamente, su mirada se cruzó con la del hermano más joven y se prendó de él. La liebre ni siquiera tuvo que intervenir para comprobar la gentileza y bondad del muchacho.
A pesar de la furia de los ochenta hermanos, el joven y la dama Yakami se desposaron, y la liebre agradecida procuró la abundancia y fertilidad en el matrimonio de los enamorados.
Leyenda del Kojiki.
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